LAS
EMOCIONES Y LA ADAPTACIÓN
AL CAMBIO
Nos
encontramos inmersos en un cambio de paradigma en
administración, y parte de ese nuevo paradigma es la aceptación
del capital humano como el recurso estratégico, por excelencia,
para el desarrollo organizacional dentro de un marco de
vertiginosos cambios y un marcado nivel de incertidumbre.
Y
es precisamente aquí donde podría hacerse un alto para plantear
las interrogantes que nos ocupan: ¿qué sucede con el aspecto
emocional del ser humano?, y ¿cómo influye éste en el
desarrollo de las organizaciones?
En
primer término se puede decir que, efectivamente, la turbulencia
del panorama actual origina una serie de emociones en los
individuos que se ven reflejadas en las organizaciones y en la
sociedad en general.
En
tanto que las emociones son el motor de la acción y ésta puede
ser positiva o negativa, y de diferente intensidad, esas emociones
y los comportamientos que las pueden suceder imprimen en la
organización características diversas, que pueden ser favorables
(acompañando o promoviendo el crecimiento) o adversas (frenando o
impidiendo el crecimiento).
La
intensidad de una emoción no es un tema menor. Por ejemplo, el
estado de alegría puede ser positivo mientras sea el motor
motivacional en la realización de proyectos, sin embargo, si
éste rebasa los niveles normales hasta convertirse en euforia, puede
ocasionar una pérdida de objetividad y caer en imprudencia. (Monroy, 1995).
Otra
de las emociones más comunes y representativas de esta época,
por el alto nivel de incertidumbre en el que vivimos, es el miedo, que de manejarse positivamente, genera respuestas
inteligentes, pero si se presenta en exceso produce una parálisis
parcial o total de las acciones del individuo.
También
se puede tomar el caso de la ira, un sentimiento que experimenta
el individuo como resultado de frustraciones y que puede
manejarse desde un punto de vista positivo para alcanzar
los objetivos de desarrollo personal e incluso organizacional; sin
embargo, cuando la ira deja de ser transitoria, o se reprime y se
convierte en resentimiento, genera conflictos interpersonales que afectan negativamente el desarrollo de la organización.
Bajo
estas referencias pasemos a revisar el fenómeno de la resistencia
al cambio, donde el aspecto emocional se expresa con
toda claridad y nos ayuda a entender los cruciales aspectos
subjetivos del desarrollo de una organización.
En
este proceso se pueden distinguir cuatro etapas, a saber:
Etapa 1.- Negación o impacto inicial: en la que el
individuo percibe un peligro generado por el cambio, siente
ansiedad, se le dificulta dominar la nueva situación y prefiere
quedarse en el pasado.
Etapa
2.- Defensa: el individuo se aferra a las costumbres y tradiciones
evitando la realidad, reaccionando con apatía o ira y prácticamente
se niega a cambiar, sin embargo puede empezar a realizar una
valoración de las ventajas y desventajas que ofrece el cambio y
comenzar la etapa de aceptación.
Etapa
3.- Aceptación: en esta etapa las respuestas pueden percibirse
ineficaces, y la persona se siente impotente para impedir el
cambio, sin embargo comienza a buscar soluciones y a desarrollar
nuevas habilidades.
Etapa
4.- Adaptación o asimilación: cuando las consecuencias del cambio se
hacen evidentes y provocan satisfacciones en el individuo, dando
nuevamente sentido a su vida, y en esta etapa los cambios
efectuados llegan a la institucionalización.
En
este proceso es muy importante el papel que juega el departamento
de recursos humanos, para que entre las etapas de negación
y defensa realice un trabajo de sensibilización e información acerca de los cambios organizacionales, así como para que
proporcione las herramientas y conocimientos necesarios.
Aquí
es importante reconocer las diferentes causas de la resistencia,
las que se pueden agrupar en tres niveles:
1.- Resistencias ligadas a la personalidad: hábitos, miedo
a lo desconocido, preferencia por la estabilidad, percepción
selectiva, satisfacción de necesidades identificación con la
situación actual y protección de privilegios.
2.-
Resistencias ligadas al sistema social: conformidad con las normas, coherencia de un sistema,
intereses y derechos adquiridos en el sistema, carácter sagrado
de ciertas cosas, rechazo a lo extraño.
3.-
Resistencias ligadas al modo de implementación del cambio, el tiempo y los medios proporcionados para integrar el cambio, así
como la credibilidad del agente de cambio.
En
suma, los elementos anteriores permiten señalar que en tanto el
ser humano es el factor fundamental de la organización,
sus emociones, particularmente sus resistencias al cambio, se
reflejarán y terminarán dando características específicas a ésta. |