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CASOS
DE INTELIGENCIA EMOCIONAL
EN
LA EMPRESA (VIII)
UN
CASO PARADIGMÁTICO DE
INTELIGENCIA
EMOCIONAL EN FORD
La
compañía fabril estaba perdiendo la carrera frente a sus
competidores, que tardaban sólo 20 días en cotizar un posible trabajo a los clientes,
mientras que esta empresa tardaba 40
días en hacer la misma cotización.
Así
que se reorganizaron. Cambiaron el proceso agregando más puntos
de control, computarizando algunas partes y efectuando otros
cambios estructurales. Resultado: el período necesario para
cotizar subió de 40 a 50
días.
Entonces
recurrieron a expertos ajenos a la empresa, asesores
especializados en reorganización. El tiempo necesario para
cotizar se infló a 70 días y el porcentaje de errores trepó al 30%.
Desesperados,
trajeron expertos en los métodos de ‘organización en
aprendizaje’. En la actualidad tardan sólo
dos días en cotizar un trabajo y la tasa de errores se ha
reducido al 2%.
¿Cómo
lo hicieron? Cambiando, no la tecnología ni la estructura, sino
las relaciones laborales.
‘Es inútil tratar de resolver, mediante tecnología o
estructura, un problema que, en realidad, es humano’, dice Nick
Zeniuk, presidente de Interactive
Learning Labs, que guió a su compañía durante todo el
proceso de aprendizaje.
Zeniuk bien puede saberlo. Se hizo famoso en el mundo de las
organizaciones en aprendizaje por su papel decisivo, compartido
con Fred Simon, en el
lanzamiento del Lincoln
Continental 1995. Peter
Senge, del Learning
Center del MIT,
cita su caso como ejemplo clásico del éxito.
No
caben dudas de que el Lincoln rediseñado fue un éxito espectacular. Las evaluaciones
independientes de calidad y satisfacción del propietario pusieron
a ese coche en la cima de la línea Ford,
por encima de cualquier otro auto estadounidense de su clase y a
la par con los mejores competidores extranjeros, desde el Mercedes al Infiniti. La
satisfacción del cliente creció un 9%, hasta llegar al 85% (Lexus, el coche de
mejor puntuación, tenía una evaluación del 86%).
No
es menos impresionante el hecho de que, aunque el esfuerzo de
rediseño se inició con cuatro meses de demora, el coche saliera
al mercado con un mes de anticipación. Y en todas las mediciones
de efectividad en la producción, el nuevo Lincoln alcanzó los objetivos o los superó, hazaña prodigiosa en un
proceso que involucraba a más
de 1000 personas, un equipo básico de 300 personas y un
presupuesto de 1000
millones de dólares.
Habría
sido fácil considerar ese desafío como enteramente técnico: un
acertijo cognitivo por excelencia, que sólo podían resolver los
más inteligentes y más experimentados. El diseño de automóviles
exige entretejer cientos de exigencias, a veces contradictorias:
desde la torsión del motor al frenado, de la aceleración a la
economía de combustible. La parte más intrincada y difícil del
proceso es resolver las especificaciones de sus componentes, una
tarea equivalente a calcular el tamaño y la forma de cada pieza
de un inmenso rompecabezas, e ir fabricando las partes durante la
marcha, mientras se intenta resolverlo.
Comprensiblemente,
una vez armado el prototipo, es habitual que los equipos de diseño
deban rehacer muchas de sus especificaciones de diseño, pues
surgen algunos problemas que no se esperaban. A esta altura,
cuando ya se ha utilizado metal fundido para hacer un modelo que
funcione, esa reelaboración es bastante costosa: típicamente, el
costo asciende a millones de dólares.
Sin
embargo, el equipo de diseño del Continental,
que disponía de 90 millones para estas correcciones, utilizó
apenas la tercera parte, cuando la tendencia general es
exceder lo presupuestado. El esfuerzo de diseño era tan eficiente
como el motor en sí. Los dibujos de los componentes estuvieron
listos con un mes de anticipación, cuando lo habitual es que
se retrasen tres o cuatro, y
el 99% salieron con su forma definitiva, contra el 50%.
RESULTADOS
DUROS, MEDIOS BLANDOS
El
desafío al que se enfrentaba el equipo que rediseñó el Continental era obtener resultados ‘duros’ (un coche mejor) utilizando
enfoques que muchos gerentes de la industria automotriz
consideraban demasiado blandos, como
la franqueza, la honradez, la confianza y las buenas
comunicaciones. Por tradición, la cultura de esta industria
no prestaba atención a estos valores: era jerárquica y se basaba
en la autoridad, sobre el supuesto de que el jefe sabe más y toma
todas las decisiones importantes.
Para
complicar este problema cultural existía una densa niebla
emocional. Imperaba la frustración por comenzar con cuatro meses
de demora; había toda una serie de barreras contra la confianza y
la franqueza. Uno de los principales obstáculos estaba en la
cabeza misma del eequipo; Zeniuk recuerdas las grandes tensiones existentes entre él y el gerente
financiero, quien no podía dirigirle la palabra como no fuera
‘en el nivel de los altos decibeles’. Esa tensión era síntoma
de una profunda hostilidad y desconfianza entre los encargados de
producir el nuevo modelo y los que debían controlar los costos.
Para
encarar estos problemas, el equipo gerencial utilizó muchos métodos
de organización en aprendizaje, incluido uno para
‘desaprender’ hábitos coloquiales defensivos. El método es
sencillo: en vez de
discutir, las partes acuerdan explorar mutuamente los supuestos en
los que basan sus puntos de vista.
Un
ejemplo clásico de conclusión precipitada es el de quien ve a
alguien bostezar en una reunión; inmediatamente supone que esa
persona está aburrida; luego pasa a una generalización aún más
perjudicial: que no se interesa por la reunión, por las ideas
ajenas ni por el proyecto en sí. Y entonces le dice: ‘Usted me
decepciona’.
En
este método de organización en aprendizaje, ese comentario
figura bajo el título: ‘Lo
que se dijo o se hizo’. Pero los datos más críticos
están en otra columna, ‘Pensamientos
y sentimientos no expresados’: que el bostezo
significaba aburrimiento y falta de interés. A esa columna van
también nuestros propios sentimientos de ofensa y enfado.
Una
vez que estos supuestos ocultos surgen a la superficie, es posible
compararlos con la realidad discutiéndolos. Por ejemplo: podemos
descubrir que el bostezo no fue por aburrimiento, sino por el
cansancio de haber pasado la noche atendiendo a un bebé llorón.
Además
de requerir autoconocimiento para rescatar esos pensamientos
ocultos, la tarea depende de otras aptitudes emocionales: la empatía,
la capacidad de escuchar con sensibilidad el punto de vista ajeno,
y habilidades sociales, para colaborar productivamente en explorar
las diferencias disimuladas que afloran.
En
cierto sentido, los verdaderos diálogos son los interiores,
aunque sólo sea porque revelan lo que la gente piensa y siente
sobre lo que está sucediendo. El
diálogo interior, sobre todo si está cargado de emociones
turbulentas, suele asomar en un tono truculento, por ejemplo, o
una mirada que se desvía. Pero cuando el tiempo apremia,
cuando estamos presionados o distraídos, estas señales pueden
pasarnos inadvertidas, tanto en los demás como en nosotros
mismos. El resultado neto es que se ignora el diálogo interior,
aunque esté plagado de informaciones cruciales: recelos,
resentimientos, temores y esperanzas.
Como
dice Zeniuk, no
sabemos qué hacer con esta conversación real, ‘así que la
ignoramos. Es como los desechos tóxicos. ¿Qué se hace con
ellos? ¿Arrojarlos a la basura? ¿Enterrarlos? Cualquier cosa que
hagamos con ese desecho tóxico es corrosiva: contamina la
conversación. Si enfrentamos al otro, él levanta murallas’.
Por eso las conversaciones, en el trabajo, continúan como si no
hubiera diálogo interior, aunque todo el mundo está plenamente
dedicado a ese mudo intercambio. En
este profundo nivel del discurso se encuentran las raíces del
conflicto, así como
el principio de la verdadera colaboración.
El
ejercicio del diálogo, utilizado al inicio del proyecto Continental,
reveló dos campos enconadamente opuestos. La gente de Finanzas
pensaba que quienes dirigían el programa no ponían ninguna
atención al control de costos ; los directores del programa
creían que la gente de Finanzas ‘no tenían idea’ de lo que
costaba hacer un auto de calidad. El resultado neto de esta
exploración mutua de sentimientos y supuestos ocultos fue
mostrar, con flagrante claridad, que el proyecto fallaba por falta
de confianza y franqueza. Los temas básicos eran:
· El
miedo a equivocarse hacía que la gente retuviera información.
· La
necesidad de control de los jefes impedía que la gente del equipo
aprovechara bien sus habilidades.
· El
recelo estaba muy extendido; cada uno pensaba que los otros no
ayudaban y no eran dignos de confianza.
Aquí
se torna esencial la inteligencia emocional. Para lograr que un
grupo de trabajo supere el miedo, las luchas de poder y el recelo
se requiere un gran caudal de confianza y afinidad. La tarea a
enfrentar se concentraba tanto en fortalecer el nivel de confianza
en las relaciones humanas como en llevar a la superficie los
supuestos ocultos. Y eso requería mucha reingeniería
social. Tal como lo expresó Fred Simon: ‘Si quería mejorar la calidad de ese auto, mi
mejor alternativa era ayudar a mis compañeros de equipo a
desarrollar mejores relaciones personales y a verse mutuamente
como personas’.
COMENZANDO
POR LO ALTO
‘Al
principio la gente sentía un profundo resentimiento y desesperación
por no poder ejecutar el trabajo necesario; se comenzó por culpar
a los jefes’, recuerda Zeniuk.
‘Pero cuando los jefes participaron, escuchando con atención lo
que los otros tenían para decir, la actitud pasó a ser ‘Bueno,
puedo, pero déjenme hacer lo mío en paz’. Pero no era así:
estábamos todos interconectados y teníamos que dar el paso
siguiente: aprender a estarlo. El papel del líder ya no era sólo
controlar e indicar, sino escuchar, proporcionar recursos y
conducción’.
Para
facilitar estos cambios se reunió a las 300 personas del equipo
de diseño en grupos de 20,
a fin de trabajar en los problemas que enfrentaban juntos en el
trabajo, tales como reconfigurar el interior del auto. Mientras
discutían los problemas, facilitadores como Daniel
Kim, por entonces del MIT,
les enseñaban las herramientas conceptuales básicas del
aprendizaje en colaboración. Pero la clave, según dice Zeniuk,
fue ‘la conciencia emocional, la empatía y el establecimiento
de relaciones. Fomentar la inteligencia emocional no era un
objetivo directo, pero evolucionó naturalmente, según tratábamos
de alcanzar las metas’.
Pensemos
otra vez en el desafío involucrado: 15
equipos de diseño diferentes, cada uno orientado hacia una parte
del auto que desempeñaba una función dada, como el chasis y
la transmisión, cada uno operando por su lado. Pero en el diseño
final del auto, los
esfuerzos de todos debían fundirse sin solución de continuidad.
Sólo que los grupos no dialogaban lo suficiente. Por tradición,
cada equipo trabajaría en aislamiento para producir el diseño
que le pareciera mejor; luego trataría de forzar alteraciones en
las partes diseñadas por otros equipos para que se ajustaran a
sus propios requerimientos. Era una guerra declarada.
‘Si
cometo un error de diseño en láminas de metal y luego debo
alterar el equipo para corregirlo, eso puede costar nueve millones
de dólares’, observa Zeniuk.
‘Pero si detecto la falla antes de llegar a la etapa del metal,
resolverla no cuesta nada. Si algo no va a funcionar, es necesario
que la mala noticia surja cuanto antes’.
En
el diseño típico de un nuevo modelo pueden producirse cientos de
pequeños ajustes. Por eso, el equipo del Continental disponía de 90 millones de dólares para cubrir los costos de
esos cambios, presupuesto que la industria automotriz
estadounidense suele exceder. Pero Zeniuk sabía que, en Japón,
la mayoría de esos cambios se hacen anticipadamente, antes de
fijar las especificaciones en la maquinaria, con lo cual se tornarían
muy costosos.
“Descubrimos
que, si no sabíamos de esos cambios a tiempo, era porque los
ingenieros temían pasar vergüenza o ser atacadas”, dice Zeniuk.
‘Confiaban en que algún otro admitiera primer el error y
asumiera la culpa. Pensaban: ‘Bueno,
puedo arreglar el error que cometí en el tablero cuando ellos
arreglen el panel lateral; entonces nadie notará mi falla’.
¿Cómo se hace para que la gente comparta una verdad penosa si
tiene tanto miedo?”
Pero
el cambio crucial apareció, por ejemplo, en el nuevo estilo de
las reuniones. Dice Zeniuk:
“Cuidamos que todo el mundo tuviera oportunidad de expresar lo
que pensaba”, en vez de permitir que se impusieran las viejas
costumbres, por las cuales “la gerencia entra en una situación
pensando que tiene todas las respuestas y, cuando no sabe algo, no
se decide a reconocerlo”. En cambio, “Proponíamos una decisión
y preguntábamos: ‘¿Qué les parece esto?’
En
vez de caer en los habituales embustes políticos y los intentos
de lucir bien que suelen caracterizar a esas reuniones, se afirmó
este enfoque más directo, cuyo efecto fue elevar el
autoconocimiento colectivo. Cuando alguien no terminaba de aceptar
una decisión, se interrumpía la reunión para utilizar los métodos
que habían aprendido, a fin de estudiar atenta y respetuosamente
lo que alimentaba esa inquietud. ‘Existe una alta probabilidad
de que esa actitud tuviera sus motivos, y a menudo el motivo
cambiaba por completo la decisión’, dice Zeniuk.
‘Nos llevó un tiempo lograr ese nivel de sinceridad y
confianza’.
Apunta
una ventaja concreta de este enfoque, dotado de más inteligencia
emocional: ‘Vimos que los equipos dejaban de competir por
cumplir con los objetivos en cuanto a costos y calidad; en cambio,
empezaban a trabajar de común acuerdo. En vez de operar en islas
aparte, había un constante ir y venir. Una vez que vieron el
panorama amplio, que el trabajo de cada uno formaba parte del de
otro, hubo muchísimo intercambio entre los diversos equipos.
Hasta hubo equipos que cedieron parte de su presupuesto a otros,
para incrementar el costo y la calidad de sus partes, es algo que
nunca sucede en el diseño de automotores’.
¿El
resultado final? ‘Logramos 700
cambios en especificaciones 18 meses antes de la producción, en vez de la habitual oleada de costosas alteraciones a último
momento. Eso nos permitió
ahorrar 60 millones de dólares, sobre un presupuesto de 90, y terminar con un mes de
anticipación, pese a haber comenzado con cuatro meses de
retraso’.
*(Nick
Zeniuk y Fred Simon, ‘Learning to Learn : A New Look at
Product Development’, 1996). *(OVERCOMING
ORGANIZATIONAL DEFENSES, Chris Argyris, Prentice-Hall,
1990). *(Peter Senge, THE
FIFTH DISCIPLINE FIELDBOOK : STRATEGIES AND TOOLS FOR
BUILDING A LEARNING ORGANIZATION). *(‘The Learning
Initiative at the AutoCo Epsilon Program, 1991-1994’, George
Roth y Art Kliener, información distribuida por el Center for
Organizational Learning del MIT, 1995).
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