CASOS
DE INTELIGENCIA EMOCIONAL
EN
LA EMPRESA (II)
EL
PODER DE LOS SENTIMIENTOS,
O UN ERROR MULTIMILLONARIO
Ya
era la compañía de seguros de vida que creía más rápido, pero
‘Vimos un modo de avanzar aún más’, dice Jim
Mitchell, presidente de IDS
Life, la división aseguradora de American Express. Mitchell vislumbró una gran oportunidad. Aunque los planes financieros de
sus clientes demostraban que estaban en situación de adquirir
seguros de vida, más de dos de cada tres se rehusaban a hacerlo.
Esta gran pérdida de posibles ventas no era un detalle
pasajero: las ventas de varios años seguidos llevaban a la misma
conclusión.
El
potencial de ventas era tan grande que Mitchell estableció su propio ‘Skunkworks’
(el famoso grupo de Lockheed que se cencerró a producir una serie
de prototipos de la aviación, desde el primer avión supersónico
estadounidense hasta el bombardero Stealth), a fin de obtener
‘un descubrimiento que hiciera del seguro de vida algo más
atractivo para los clientes’.
El
primer paso fue hacer una investigación para saber lo que
realmente sentían planificadores y clientes sobre la oferta y la
contratación de estos seguros. La respuesta, en una sola palabra,
fue: ‘Horrible’.
La
investigación detectó un asombroso caudal de sentimientos
negativos en unos y en otros. El equipo esperaba descubrir grandes
fallas en los seguros que la compañía ofrecía; en cambio,
descubrieron que el problema estaba en el procedimiento de ventas.
Todo se reducía a ineptitud emocional.
Los
clientes decían desconfiar de la relación con los asesores: ante
la perspectiva de adquirir un seguro se sentían ‘impotentes,
desinformados, ineptos y suspicaces’. La negatividad reinaba
entre los que adquirían el seguro. El problema no estaba en el
miedo a la muerte, en el gasto ni en característica alguna de las
pólizas; por el contrario, los clientes decían estar
perfectamente conformes con los productos ofrecidos. Antes bien,
lo que les sentaba mal era la interacción de la venta. No es de
extrañar: muchos asesores confesaban sentirse ‘mal preparados,
ineptos, insinceros y egoístas’ cuando ofrecían un seguro de
vida. Algunos manifestaron que la presión de ‘efectuar la
venta’ los inducía a actuar en contra de su ética personal.
Ansiaban sentirse más seguros y más rectos. Muchos dijeron que,
al trabajar bajo la mala reputación que tienen los agentes de
seguros, acumulaban un reservorio de desesperanza y depresión.
Cuando
un cliente manifiesta nerviosismo o intranquilidad, en el ramo de
seguros se sostiene que la mejor respuesta no es la empatía, sino
un argumento racional. Por ende, a los asesores no les quedaba
sino cerrarse a las emociones del cliente, tanto como a las
propias. ‘Se les había enseñado que, si el cliente manifestaba
alguna reacción emocional, eso era una forma de resistencia; por
lo tanto, era preciso darle explicaciones lógicas, con más
cifras, y no prestar atención a los sentimientos’, explicaba Kate
Cannon, ahora a cargo de los programas
de aptitud emocional en Asesores Financieros de American
Express.
En
pocas palabras: los sentimientos que bullían en clientes y
planificadores establecían un triste tono emocional para la
entrevista; según lo expresaba un último informe, ‘entre
nuestro procedimiento y nuestra cifra mínima se alzaba una montaña
de negatividad emocional’.
Los
asesores podían establecer un tono emocional más positivo, pero
antes sería preciso que resolvieran su propio estado emotivo. Según
lo dijo un planificador: ‘Podemos gastar millones en la
investigación y el desarrollo de un producto, pero si nuestras
limitaciones dificultan la oferta de ese producto, ¿qué hemos
logrado?’.
*(Kate
Cannon, directora de desarrollo de liderazgo en Asesores
Financieros de American Express,
en relato a Daniel
Goleman).
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