EL
PRIMER SEXO (5)
(Quinto
fragmento del Cap. 1 de la obra de Helen Fisher)
Evolución del pensamiento en red
No es difícil conjeturar cómo y por qué se desarrolló el
pensamiento por pasos masculino y el pensamiento en red femenino. Hace
un millón de años el hombre primigenio encendía fogatas, desbastaba
hachas de piedra y cazaba grandes animales en África oriental. Cuando
perseguían a estas peligrosas bestias, los hombres tenían que
concentrarse: vigilando tras los matorrales, agachados junto a un
abrevadero, pasando sigilosos junto a un leopardo dormido en un árbol,
siguiendo las huellas de enfurecidos animales heridos y atacándolos
en el momento oportuno. Un siglo tras otro de este arriesgado quehacer
habría favorecido a los que pudieran centrarse más en la tarea, pues
los que no prestaran una estricta atención serían descuartizados,
pisoteados o devorados.
Así,
mientras nuestros antepasados masculinos rastreaban jabalíes y
bestias salvajes, su cerebro fue gradualmente desarrollando una
arquitectura propicia para excluir pensamientos periféricos, centrar
la atención y tomar decisiones paso a paso. La facilidad de las
mujeres para el pensamiento en red muy probablemente se fraguó también
en su ocupación primigenia.
El trabajo de la mujer ancestral era
más duro que el de todas las restantes criaturas que han pisado la
tierra: la crianza de niños con largos años de dependencia en
condiciones de gran peligrosidad. Con objeto de sacar adelante a estos
bebés inermes, las madres primitivas tenían que hacer muchas cosas
simultáneamente: vigilar la aparición de serpientes; escuchar el
ruido del trueno; probar por si había algo venenoso; mecer a los
somnolientos; distraer a los irritados; instruir a los curiosos;
tranquilizar a los medrosos; estimular a los lentos; alimentar a los
hambrientos. Las madres tenían que realizar incontables labores
cotidianas mientras avivaban el fuego, cocían los alimentos y
hablaban con las amigas.
Los
psicólogos sostienen que la mujer contemporánea aprende a hacer y
pensar varias cosas simultáneamente. No hay más que observar a una
madre trabajadora por la mañana, vistiendo niños, preparando sus
comidas, alimentando a los peces, sirviendo los cereales del desayuno
y acordando horas por teléfono para el cuidado de los más pequeños;
y todo al mismo tiempo. Pero yo sospecho que el talento femenino
para el pensamiento contextual -y la habilidad asociada de realizar
múltiples tareas a un tiempo- se formó en la historia profunda. Miles de generaciones ejecutando acrobacias mentales y físicas en la
crianza de niños desvalidos forjaron estas increíbles habilidades en
la arquitectura del cerebro femenino.
El pensamiento en red en la oficina
La capacidad femenina para pensar en red puede favorecer a las mujeres
en el torbellino matutino que supone conseguir que los niños lleguen
a la escuela, y sin duda les ayudará para acometer problemas
laborales complejos. Pero también puede ser causa de conflicto en
la oficina, como ilustra la siguiente anécdota.
El
director de una oficina intentaba decidir a qué empleado ascender a
un puesto de importancia, un joven o una joven. Así, dio a ambos
candidatos un enojoso dilema profesional con tres posibles soluciones,
A, B y C, y pidió a ambos aspirantes que se reunieran con él a la mañana
siguiente con un juicio formado sobre la situación. El hombre entró
primero y le dijo al jefe que había estudiado, considerado todos los
aspectos de la situación y elegido la solución B. Cuando entró la
mujer, dijo en tono reflexivo: "Pues bien, la solución A
sería la mejor, si es posible resolver los problemas uno y dos
previamente. La solución B sería la más adecuada si, por el
contrario, se resuelve la cuestión X. Y la solución C es
definitivamente la mejor alternativa si." El jefe no
quería escuchar aquel entramado de razonamientos. La miró
consternado y dijo: "Creo que debe intentar otro tipo de
trabajo".
Debido
a que las mujeres, por lo general, no siguen una trayectoria de
pensamiento lineal, paso a paso, tan habitualmente como los hombres,
es frecuente que éstos las consideren menos lógicas, menos
racionales, menos concretas, menos precisas y hasta menos
inteligentes.
Esta
diferencia de género puede originar auténticos problemas cuando
ambos sexos trabajan juntos. "El camino lo es todo",
escribió Willa Cather. Muchas mujeres estarían de acuerdo. Cómo
se llegue a una conclusión es importante para la mayoría de ellas,
porque a las mujeres les importa el proceso; es su forma de
"recolección". Quieren explorar las múltiples
interacciones, las vías multidireccionales, todas las permutaciones
de un problema difícil. Es por ello que las mujeres consideran a los
hombres descuidados, faltos de imaginación y dados a la "visión
de túnel", cuando desechan los aspectos de dicho problema que
las mujeres consideran importantes.
A
los hombres les desespera cuando las mujeres plantean una profusión
de variables que ellos creen superfluas.
Para la mayoría de los hombres, el objetivo inmediato es más
importante que el proceso que lleva a una decisión. Ellos están
"cazando": centrándose en la solución. No quieren
detenerse en el camino; quieren ejecutar la tarea. Es por ello que los
hombres piensan que las mujeres están intentado cargarse la reunión
cuando aportan lo que ellos consideran un montón de datos
innecesarios. Debido a estas diferencias de perspectiva entre uno y
otro género, las personas de un sexo suelen considerar malos
jugadores de equipo a las del otro sexo.