LA
NUEVA PAREJA DEL DIVORCIADO/A
EN RELACIÓN A LOS HIJOS
Cuando
el divorcio ya se ha consumado, surgen nuevos problemas para el niño.
Por ejemplo, cuando usted reanude su vida social, el niño puede
sentir que está trayendo a casa personas extrañas para que ocupen el
lugar del padre "perdido", en consecuencia sentirá rencor hacia
esas amistades. En otros caso las aceptará simplemente porque
necesita relacionarse con personas del mismo sexo que el padre
ausente. Cualquiera sea el caso, usted debe comprender que una persona
que ingrese de este modo a la vida del niño será considerada como un
reemplazante del padre ausente. La reacción de su hijo depende en
gran medida de sus sentimientos hacia el padre ausente, y no tanto de
lo que pueda sentir por esa nueva persona.
Hay
que actuar con discreción cuando comenzamos una nueva relación,
porque lo usual es que esta situación provoque resentimientos. Cuando
las citas se hacen habituales, el niño no sólo debe hacer frente a
la existencia de un sustituto del padre con quien vive salga a
divertirse y lo deje solo constantemente. Esto debe ser demasiado para
el niño, que puede comenzar a crearle problemas y actuar con tanta
rebeldía como para obligarla a que le preste más atención. Incluso
en el caso en que el niño tenga una buena relación y gran necesidad
del padre sustituto, es común y previsible que sus celos sean muy
intensos.
Cuando
una madre divorciada con niños pequeños, comienza una relación y a
los hijos no les gusta la nueva pareja.
Es
común que los niños sean ingenuamente ofensivos cuando algo no les
place.
Tenga
presente que la animadversión hacia su nueva pareja no es nada
personal. A los ojos del niño, papá sigue desempeñando un rol en la
familia, y la presencia de otro hombre los hace reaccionar,
"defendiendo el terreno".
Hable
con sus hijos sobre lo que están sintiendo, hágales saber que esos
sentimientos son muy normales, y ayúdelos a comprender que no es su
pareja quien les disgusta, sino toda la situación. Pídales
colaboración en lo que hace a la hospitalidad y cortesía para con
todas las visitas que usted reciba. Una discusión abierta y franca,
que ofrezca a sus hijos la oportunidad de expresar sus sentimientos y,
al mismo tiempo,, que los haga sentirse comprendidos y aceptados,
puede solucionar el problema. O no. En tal caso, usted tendrá que
ponerse más firme.
Enfrente,
en el momento, cualquier manifestación de insolencia. Expréseles,
sin dejar lugar a duda, que no tienen permiso para mostrarse
maleducados con nadie, y mándelos a su habitación hasta que se
decidan a pedir perdón. Si usted se muestra perseverante en esa
actitud, los problemas debieran desaparecer bastante pronto.
Para
ayudar a sus hijos a acostumbrarse a que su pareja y usted se muestren
afectuosos entre sí, vaya haciendo las cosas paso a paso. Primero,
que los vean tomados de la mano. Si tratan de separarlos. Póngalos en
su lugar y manténgase en su actitud. Una vez que acepten verlos
tomados de la mano, pueden empezar a abrazarse o besarse en público.
También
ayudaría al acercamiento, que su pareja dise muestras concretas de
cariño a los niños. Por ejemplo, puede ofrecerse a leerles un
cuento, o bien durante una salida uno de ellos se cansa, llevarlo
alzado. De todos modos, no apresure las cosas, considere que es
fundamental que los niños empiecen a "sentirse cómodos" con él.
Si su pareja invita a los niños a realizar una actividad juntos, y
ellos lo rechazan, no deberá ofenderse, sino esperar y volver "al
ataque" más adelante. La paciencia es un factor importante en una
situación como esa.
Si
usted y su pareja se están abrazando y los chicos quieren interrumpir
y participar, hágales saber que no es "su turno". Esto dejará
bien claro que hay momentos en que la relación de pareja es
excluyente. Si en realidad llegan a casarse, ese precedente les ayudará
a dar a la relación matrimonial el lugar preeminente que le
corresponde dentro de la familia.
¿Cuáles
son los potenciales problemas con que podrán enfrentarse los padres
al constituir una nueva familia?
Después
del divorcio, la madre, al no tener pareja, tiende a transformar la
relación con sus hijos en lo más importante de su vida, Se dedica de
lleno a su crianza, y estos, a su vez, se vuelven cada vez más
dependientes de su atención. Se va estableciendo una especie de tácito
acuerdo de tipo "tú satisfaces mis necesidades y yo satisfago las
tuyas".
A
la madre le resulta difícil desprenderse de la relación prioritaria
que estableció con son sus hijos después del divorcio, y pasar a
establecer una relación prioritaria con una nueva relación o ya un
nuevo esposo. El resultado suele ser que el padrastro se sienta ajeno
al grupo madre-hijos, como si estuviera fuera de lugar.
Y
para colmo de males, el padrastro tiene que pasar de su rol de
"compinche" al de padre, con la cuota de autoridad que el mismo
implica, cosa que deriva en preocupación, confusión e incluso enojo
para todos los involucrados. El padrastro intenta imponer disciplina,
y los niños van corriendo a quejarse a la madre de que él es el
"malo". La madre responde con una actitud protectora para con sus
hijos, acusando a su marido de sobrerreaccionar o de estar
"celoso" de los chicos. Y así sucesivamente, en una interminable cadena de conflictos.
Todo
eso puede evitarse, o al menos minimizarse, si la nueva pareja tiene
en cuenta dos cosas fundamentales :
Primero,
el matrimonio tiene que ser la relación más importante de la
familia, y el hecho de que uno de los integrantes de la pareja sea el
padrastro (o la madrastra) de los chicos, no modifica esta premisa.
Segundo,
el padrastro (o la madrastra) tiene que asumir la misma autoridad que
corresponde a un padre o a una madre natural. Esto implica, por
supuesto, que la madre (o el padre) natural e los chicos tiene que
estar dispuesto/a a compartir su autoridad con su nueva pareja, en un
plano de absoluta igualdad.
Jonh K. Rosemond
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