LAS
EMOCIONES Y NUESTRA SALUD
‘Más
vida puede escurrirse a través del pensamiento de un hombre que a
través de una herida abierta’.
Thomas
Hardy
Es
innegable, tanto desde la antigua intuición de los fundadores de la
medicina, como desde las innumerables estadísticas de los últimos años, la
influencia que tienen las emociones en la salud humana.
En
la eterna lucha contra las enfermedades, nunca debemos olvidar que lo
que comemos es casi con certeza menos importante que lo que ‘nos está
comiendo’.
Las
emociones positivas previenen enfermedades, o una vez que éstas
se han manifestado, pueden contribuir a su curación, y las
emociones negativas ayudan a contraer enfermedades.
Cuando tenemos la actitud mental correcta podemos
escapar al ataque cardíaco, vencer al cáncer y sobrevivir a las
plagas. La salud mental es la medicina más poderosa que tenemos y la
más olvidada de todas las terapias del siglo XX.
Algunas
actitudes emocionales -tales como el temor, la amargura, la ira, el
resentimiento- producen un efecto dañino en el cuerpo. Otras
promueven la felicidad, el bienestar y aumentan la resistencia a la enfermedad.
Y
aun cuando en presencia de una enfermedad declarada, los datos clínicos
a nivel mundial confirman los beneficios
médicos de los sentimientos positivos y el poder
curativo del apoyo
emocional proporcionado por las personas que rodean a un paciente, desde los
familiares más íntimos hasta los profesionales que trabajan en el área
de la salud y tienen contacto con él.
Tal
es el poder de las emociones en nuestra salud, tanto la física como
la psicológica. Bien podemos reconocer que, más allá de las
cuantiosas investigaciones y estadísticas modernas que confirman este
principio, filosóficamente nos sigue alcanzando, para sintetizar, la
vigencia del ‘mens sana in corpore sano’ que nos legaron
los antiguos griegos y romanos.
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