INTELIGENCIA
EMOCIONAL
en
la Educación
LA
EMOCIÓN CREA
RECUERDOS
RESISTENTES
‘Un
recuerdo asociado a una información cargada emocionalmente permanece
grabado en el cerebro’.
Esta
es la gráfica descripción que hizo el escritor Jill Neimar en
un excelente artículo publicado en la revista PSYCHOLOGY TODAY,
titulado: ‘Es mágica. Es maleable. Es... la Memoria’.
Los
científicos están ahora empezando a comprender cómo funciona la
memoria emocional se pueden desencadenar ante acontecimientos
positivos y negativos. En cualquier tipo de experiencia
emocional el cerebro se aprovecha de la reacción de lucha-o-huida,
que inunda las células de dos potentes hormonas del estrés, la
adrenalina y la noradrenalina.
El Dr. James McGaugh, de la Universidad de California
(Irvine), dice: ‘Creemos que el cerebro se aprovecha de
los neurotransmisores liberados durante la respuesta al estrés y de
las emociones fuertes para regular la intens9idad con que se almacenan
los recuerdos’.
Las
hormonas del estrés estimulan reacciones físicas obvias -el corazón
bombea más rápido, los músculos se tensan-. Pero también fijan imágenes
muy vívidas en las células del cerebro. Con fundamento de causa :
¡le interesa saber cómo reaccionar -al instante- la próxima vez que
se le acerque un maníaco blandiendo un hacha!
Un
notable estudio, llevado a cabo por McGaugh y su discípulo Larry
Cahill, indicó claramente cómo las emociones, hasta las más
habituales y cotidianas, se asocian a mejor memoria -y a mayor
capacidad de aprendizaje.
Se
suministró a dos grupos de estudiantes universitarios un fármaco que
bloqueaba los receptores de la adrenalina y de la noradrenalina. A
continuación, se le proyectaron 12 diapositivas en que se
representaban escenas como las de un niño cruzando la calle con su
madre o visitando a un hombre en el hospital. A un grupo se le explicó
una historia de lo más normal relacionada con las imágenes: el niño
y la madre van a ver a su padre, que es cirujano. Mientras el segundo
grupo escuchaba una historia inquietante y dramática: al niño le
atropella un coche y el cirujano intenta coserle el pie que le ha
seccionado.
Dos
meses más tarde se pasó un test sorpresa a los participantes en el
estudio. Los que habían escuchado la historia cotidiana demostraron
poseer una escasa capacidad para recordar el contenido de las 12
diapositivas; el grupo que había escuchado el relato dramático
recordó las diapositivas ‘significativamente mejor’.
En
otra prueba, los psicólogos pedían a la gente que escuchara listas
de palabras, entre las que se incluían palabras con carga emocional,
tales como PECHO, CADÁVER y VIOLADOR. Los participantes recordaron
mejor las palabras ‘emocionales’ que las neutras. Y lo que quizá
tenga más interés es que también recordaron mejor qué voz había
dicho las palabras -un claro indicio de que habían prestado mayor
atención a los hechos asociados.
Desde
el punto de vista del educador, Robert Sylwester, profesor de
educación de la Universidad de Oregón, argumenta
convincentemente a favor de la necesidad de prestar mayor atención al
valor de las emociones en la enseñanza.
Afirma: ‘Sabemos que la emoción es muy importante en el proceso de
aprendizaje porque potencia la atención que, a su vez, potencia el
aprendizaje y la memoria. Sin embargo, nunca hemos acabado de entender
la emoción, y por ello no sabemos cómo regularla en la escuela
-aparte de definir demasiado o demasiado poco de ella como mal
comportamiento y de relegar su mayor parte a la plástica, las
manualidades, el recreo y las actividades extraescolares.
‘Medimos
si nuestros alumnos saben deletrear correctamente, no su bienestar
emocional. Y cuando el tiempo se nos echa encima, recortamos las
‘asignaturas difíciles de evaluar’, como la plástica, que
tienden más a lo emocional. Al separar la emoción de la lógica y la
razón en clase, hemos simplificado el sistema escolar y el proceso de
evaluación, pero también hemos separado dos caras de una misma
moneda, y hemos perdido algo muy importante en el proceso.
‘Es
imposible separar la emoción de las actividades de la vida. NO se le
ocurra intentarlo’.
He
aquí por qué es VITAL que la emoción participe en el aprendizaje y
en la educación.
En
primer lugar, hay más conexiones neurales que van DESDE el sistema límbico
HASTA la corteza cerebral que viceversa. Por lo tanto, la emoción
suele tener mayor influencia sobre nuestro comportamiento que la lógica.
En segundo lugar, hemos visto que el sistema límbico/emocional actúa
a modo de interruptor, enviando la información procedente de los
sentidos a la corteza pensante.
De
todos modos, hay una ruta rápida que envía la información cargada
emocionalmente que podría ser amenazante -no ‘hacia arriba’ para
su análisis ulterior sino directamente hacia abajo, es decir, a las
partes más primitivas del cerebro, para desencadenar una reacción
‘visceral’.
Esto
explica por qué situaciones que previamente han causado dolor o miedo pueden desencadenar reacciones irracionalmente violentas e
instintivas. Es mejor reaccionar instantáneamente al más mínimo
atisbo de algo que se parece a una serpiente, incluso si, después de
un examen más detenido, resulta ser un palo inofensivo. Pero puede
ocurrir el mismo proceso cuando, por ejemplo, ‘aprendemos’ a tener
los problemas de matemáticas.
Por
eso es tan importante que aprendamos a controlar nuestro estado
mental. Y por eso, enseñar a los escolares a identificar, reconocer,
y controlar sus emociones debería incluirse en CUALQUIER programa
escolar. Sin embargo, es algo que suele brillar por su ausencia.
Hay
un aspecto más importante por el que se debería permitir la
participación de la emoción en el aprendizaje. Nuestros cerebros
están preparados para reconocer y reaccionar rápidamente ante
peligros repentinos. Pero no lo están para reconocer el peligro
presentado de forma gradual. El cerebro no tiene un sentido de la
urgencia creciente y, por lo tanto, en tales casos no se desencadenan
reacciones fuertes. Por este motivo, nos cuesta motivarnos para
afrontar la amenaza progresiva de la escasez de recursos, la
contaminación, el deterioro urbano o la superpoblación -e, incluso
la desaparición de puestos de trabajo a gran escala-. Son cambios
demasiado graduales para que los registremos como amenazas a nuestra
vida.
Debemos
encontrar alguna forma de convertir estos problemas en algo urgente,
si queremos que la gente esté lo suficientemente motivada para
implicarse en acciones colectivas. Y, sobre todo, necesitamos hacer
que estos problemas sean algo ‘vital’ para nuestros escolares,
porque será su generación la que tendrá que encontrar las
soluciones o vivir con todas las consecuencias.
Elba L. Menecier
PROGRAMA DE INTELIGENCIA
EMOCIONAL EN LA EDUCACIÓN
Consultas:
[email protected]
|