INTELIGENCIA
EMOCIONAL
en
la Educación
EL VALOR DEL JUEGO
‘El
juego del golf es como la vida, no importa si caes en un obstáculo,
lo
que importa es saber salir’.
Madrona Andreu
Jugar es hacer
algo por la satisfacción de hacerlo. Los juegos no pueden definirse
como lo opuesto al trabajo, pues podemos vivir también un placer lúdico
mientras realizamos una tarea útil o remunerada. Realmente, el juego no
algo definible de forma externa, por el contrario, es una disposición
interna que implica sentir lo que haces como:
1. Placentero (disfrutas).
2. Satisfactorio de por sí (carece de finalidad extrínseca).
3. Absorbente (te concentra totalmente).
POR QUÉ NOS GUSTA EL JUEGO
Nuestra
experiencia se sitúa en un continuo que va entre dos polos: el vacío
de estímulos, uniforme y aburrido, y el abarrotado de estímulos, caótico
y causante de ansiedad. Y es en la zona media de este continuo donde
las personas nos sentimos más cómodas, más eficaces, donde se
desarrolla el juego.
El juego se
salta el control mental ordinario. En él, las consecuencias no tendrán
repercusión real y, por este motivo, es un espacio de placer y
seguridad, donde es posible experimentar con las emociones auténticas y
aprender.
Todas las
personas creativas conocen la sensación de que algo se hace por sí
solo (el pincel se desplaza mágicamente, la canción sale por sí
misma, etc.). Los niños viven de cerca esta sensación de expectación
y recepción en la que se crea, paradójicamente, la realidad más
propia. Los chinos poseen la palabra TZU JAN para denotar este
concepto de las cosas y el mundo como algo que sucede en sí mismo y por
naturaleza. Es un concepto feliz y creativo, intrínseco a la actitud
de juego.
El juego, además
de vivirse como algo útil y gozoso en sí mismo, nos sirve para
desarrollar nuestra Inteligencia Emocional en tres sentidos:
1. Te mantiene en contacto con tu físico. Como todos los animales, tenemos la
necesidad de jugar.
2. Te proporciona una situación segura para ensayar tus emociones.
El juego es una franja de entrenamiento para cualquier área de nuestra
vida. Cuando somos pequeños, jugamos para poder aprender el difícil
arte de vivir: cómo llevar a cabo el rol de adulto, cómo enfrentarse a
situaciones atemorizantes, etc. Es, necesariamente, en un marco de juego
donde aprendemos nuestras futuras actitudes adultas. Como adultos, el
juego nos ofrece la oportunidad de continuar ensayando actitudes y
analizando sus consecuencias sin riesgo real.
3. Te aleja de las emociones negativas con las que vives.
El juego nos aparta de las preocupaciones conscientes. Al jugar
redefinimos qué partes de la realidad son importantes para nosotros.
Esto es debido a la parte absorbente del juego. (Es imposible estar
intentando devolver una volea y estar a la vez preocupándote por tus
cifras de ventas). Nos permite dejar de tomarnos demasiado en serio a
nosotros mismos tan a la tremenda, tan en serio, durante un rato.
PROGRAMA DE INTELIGENCIA
EMOCIONAL EN LA EDUCACIÓN
Consultas:
[email protected]
|