los
sentimientos de culpa
de los padres
acarrean problemas
de disciplina
Hay
muchas situaciones en las cuales los padres siempre se sienten algo
culpables hacia un hijo u otro. Cualquiera sea el motivo del sentimiento de culpa, tiende a conducir
a un manejo flojo del hijo.
Los
padres se inclinan a esperar demasiado poco del niño, demasiado de sí
mismos. A menudo están intentando ser dulces y pacientes, cuando su
exigida paciencia está, en realidad, exhausta y, de hecho, el niño
se les está yendo de las manos y necesita una corrección decidida. O
bien vacilan cuando el niño necesita firmeza.
Tal
como un adulto la niña sabe cuando está pasándose de la raya, cuando es demasiado
mala o grosera, aunque sus padres traten de cerrar los ojos frente a
ello. Por dentro se siente
culpable. Desearía que se la frenara. Pero si no se la corrige,
estará predispuesta a comportarse cada vez peor. Es como si estuviera
diciendo : "¿Cuán mal debo comportarme para que alguien me detenga ?
En
cierto momento, su conducta se vuelve tan provocativa, que la
paciencia de los padres estalla. La regañan o la castigan. Se
restablece la paz. Sin embargo, el
problema con los padres que se sienten culpables,es que se averguenzan
demasiado de perder el control. Entonces, en lugar de dejar las
cosas como están, intentan volver atrás en el correctivo aplicado, y
permiten que la niña los castigue, a su vez. Tal vez permitan que la
niña sea grosera con ellos, precisamente en medio del castigo. O
retiran la penitencia antes que haya sido cumplida a medias. O bien
fingen no advertir que la niña comienza a portarse mal otra vez.
La
mayoría de padres concienzudos permiten que sus hijos se salgan de
los límites cuando, en ocasiones, sienten que han sido injustos o
negligentes. Pero pronto recuperan el equilibrio. De todos modos
cuando los padres dicen "Todo lo que hace este niño me irrita", es
una señal evidente de que esos padres se sienten demasiados
culpables, se conducen en forma permisiva y sumisa, de manera crónica,
y que el niño reacciona a esto con una provocación constante. Ningún
niño puede ser irritante en forma accidental. Si los padres pueden
determinar en qué aspectos son demasiado permisivos y deben reafirmar
la disciplina, y si están en el camino correcto, descubrirán
alborozados que su hijo, no sólo comienza a comportarse mejor, sino
que se muestra más feliz. Por lo tanto, podrán amar mejor a su hijo,
y éste, a su vez, responder a ello.
SE
puede ser firme y amistoso al mismo tiempo
Una
niña necesita sentir que su padre y su madre, aunque sean agradables,
tienen sus propios derechos, saben cómo ser firmes, no le permitirán
ser irrazonable o grosera. De este modo, ella se
siente mejor. Esto la adiestra, desde el comienzo, para llevarse
considerablemente bien con otras personas. Los
niños malcriados no son criaturas felices, ni siquiera en sus
propios hogares. Y cuando salen al mundo, aunque tengan 2, 4 ó 6 años,
están condicionados para recibir un duro golpe. Descubren que nadie
está dispuesto a reverenciarlos ; en rigor, desagradan a todos
por su egoísmo. Deben pasar por la vida resultando impopulares, o
bien, deben aprender a ser agradables, de la forma más difícil.
Los
padres concienzudos, a menudo permiten que su hijo les saque ventaja
durante un tiempo, hasta que su paciencia se agota, y luego se arrojan
con enojo sobre el niño. Pero ninguna de estas situaciones es, en
realidad, necesaria. Si los padres tienen saludable respeto por sí
mismos, pueden mantenerse firmes mientras aún se sienten inclinados a
ser amistosos.
Por
ejemplo, si su hija continúa insistiendo en que usted siga jugando, aunque
está agotado, no tema decir, en forma alegre pero decidida :
"Estoy muy cansado. Ahora voy a leer un libro, y tu también
puedes leer tu libro.."
Si se pone demasiado terca en lo referente a dejar de jugar con el trencito que
trajo otro niño, y que ahora debe llevarse a su casa, aunque usted
haya tratado e distraerla con otra cosa, no crea que debe seguir
siendo siempre dulce y razonable. Sáquela, a pesar de que grite
durante un minuto.
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