CUANDO EL NIÑO MIENTE
"Si
quieres que los demás confíen en ti, tienes que
merecer su confianza. La confianza se gana con el
trabajo bien hecho y la obligación cumplida".
¿Cuántas veces nos ha
tocado, como padres o profesionales, estar frente a la
mentira de un niño? A veces de la manera más
inocente, y otras veces con verdadera premeditación,
lo cierto es que la mentira en el niño es casi una
forma normal de comunicarse en el ambiente en que
cotidianamente nos desenvolvemos. Presento a
continuación, algunas pautas que pueden servir de
base para una reflexión del problema y para abordar
con mayor serenidad el tema de la mentira en los niños.
TIPOS
DE MENTIRA EN EL NIÑO:
Cuando le decimos a un
niño "Estás mintiendo", debemos tener
mucho cuidado. Mentir es decir falsedades, es engañar
a través de la palabra. Un niño que miente no
siempre lo hace con intención.
Normalmente, los niños
menores de 7 años tienen la tendencia a confundir la
realidad con la fantasía. De ahí que sus juegos
parecen tan vívidamente reales. En esta edad, cuando
un niño se acerca a nosotros y nos dice "Por
favor límpiame la cara que me quedó llena de barro
luego del combate en el que estuve...", nos está
invitando a participar de su fantasía y no está
intencionalmente queriendo engañarnos. Este tipo de
"mentira" es inocente, sin premeditación y
sobre todo sin querer conseguir ningún beneficio con
ello.
A partir de los 7 años,
aproximadamente, el niño empieza a tener mayor
conciencia de su realidad y se da cuenta que a veces
falseando la verdad puede conseguir ciertos beneficios
personales. Por ejemplo, el niño que asegura haber
comprado un dulce con una moneda que se encontró en
la calle, cuando en realidad la sustrajo del monedero
de la mamá...
Padres, maestros y
orientadores nos preocupamos ante este segundo tipo de
mentira en el niño, pues es el que mayormente acarrea
problemas posteriores.
¿POR QUÉ
MIENTE EL NIÑO?
Queda claro, entonces,
que en niños pequeños la mentira se da como parte de
su juego, como viviendo su fantasía en la realidad.
Cuando el niño
mayorcito miente, puede ser por diversas razones:
- Como imitación al
padre o a la madre que miente: Los niños, dicen,
son como esponjas que absorben todo. Si ellos
observan y viven la mentira de manera cotidiana,
aprenden a hacerlo como algo normal y cotidiano.
Es el caso del niño que escucha a su madre
negarse al teléfono "dile que no
estoy..."
- Por miedo: Suele ser
la causa más común de la mentira en los niños,
quienes por temor a la desaprobación o al castigo
por parte de la madre o del padre, se ven llevados
a falsear la verdad. Si el niño sabe que, por
ejemplo, al llevar una nota mala del colegio, su
mamá se va a enojar o le va a prohibir ver
televisión, seguramente dirá que no le han
entregado sus calificaciones aún...
- Ante la exigencia:
Cuando le exigimos mucho al niño, esperando de él,
a veces más de lo que esperamos de nosotros
mismos, el niño tiende a hacernos creer que está
al nivel de nuestras expectativas, y miente para
no defraudarnos.
Sea cual fuere la causa
concreta de la mentira, siempre es señal de que el niño
está en apuros. El que miente es porque lo necesita.
Con la mentira, el niño nos está diciendo
"auxilio".
¿CUÁNDO
PREOCUPARSE?
No siempre la mentira
es tan grave como para preocuparse. Cuando la mentira
es surgida de la fantasía, normalmente con la madurez
del niño, ésta desaparece. Cuando se trata de
mentira propiamente dicha, tendríamos que
preocuparnos si es recurrente o si se presenta como:
a. Mentira patológica:
La famosa "mitomanía" que surge del niño
que intenta persuadir y convencer a los demás de la
realidad de sus relatos. Esta es la mentira que se
vuelve habitual, una forma normal de reaccionar en el
niño.
b. Mentira neurótica:
Surge como producto de un nivel elevado de ansiedad en
el niño o del temor en general. Por ejemplo el caso
del niño que habitualmente miente acusando a sus
profesores de mal trato para ocultar su rechazo
escolar.
¿QUÉ
HACER ANTE LA MENTIRA?
Lo primero que tenemos
que hacer como padres o maestros es determinar qué
tipo de mentira es con la que estamos lidiando y,
sobre todo, qué la está motivando. Si no sabemos cuál
es la causa de ese "auxilio" desesperado en
el niño, corremos el riesgo de equivocarnos en la
intervención.
La actitud que tengamos
va a ser determinante. Será necesario:
- Reaccionar con calma
aunque con severidad.
- Felicitar o premiar
al niño que confiesa la verdad. Si lo castigamos
a pesar de que ha confesado, estamos reforzando su
hábito de mentir (la próxima vez lo hará con más
cuidado para que no lo descubran...). Sólo en última
instancia habrá que acudir al castigo.
- Favorecer un
ambiente de confianza, en la que el niño se anime
a contar sus travesuras y sus errores. Que no
sienta que cada vez que habla, hay consecuencias
drásticas.
- Estar alertas. Por
mucho que amemos a nuestros hijos, tenemos que
aceptar que a veces fallan, que no son perfectos e
ideales como los hemos imaginado.
Lo ideal es que estas
condiciones se den a modo de prevenir la mentira en el
niño ("es mejor prevenir que lamentar"). Si
estas condiciones se dan en su hogar, seguramente el hábito
de la mentira no se dará; o si es que ya existe, irá
desapareciendo en el niño. Si no llegara a
desaparecer, lo más recomendable es buscar orientación
profesional.
¡Ánimo
padres! Un gran reto nos espera en la formación de la
honestidad en nuestros hijos.
Lic. Pilar Ramírez
V. - Psicólogo |