LA INTELIGENCIA
DEL SIGLO XXI
¿Por qué a algunas personas les va mejor en la vida que a otras?
¿Por qué algunas, con alto coeficiente intelectual y que se destacan
en su profesión, no pueden aplicar esta inteligencia en su vida
privada, que va a la deriva, del sufrimiento al fracaso?
¿Y por qué otras con un alto Coeficiente Intelectual terminan
trabajando para otras que tienen un CI más bajo, pero que saben
conectarse, influir y relacionarse mejor?
La respuesta está en las emociones, y en la
capacidad para entenderlas y manejarlas: la Inteligencia Emocional es
parte de nuestra inteligencia global, una parte a menudo negada y desdeñada,
opacada por el brillo de la razón y del Coeficiente Intelectual, más fácil
de definir y medir.
En
la medida en que nuestras emociones entorpecen o favorecen nuestra capacidad
· para
pensar y planificar
· para
llevar a cabo el entrenamiento con respecto a una meta distante,
· para
resolver problemas y conflictos,
definen
el límite de nuestra capacidad para utilizar nuestras habilidades
mentales innatas, y así determinan nuestro
desempeño en la vida.
Y
en la medida en que estamos motivados por sentimientos de entusiasmo y
placer, directos o indirectos, con respecto a lo que hacemos -o incluso
por un grado óptimo de ansiedad-, esos
sentimientos nos conducen a los logros.
Es
en este sentido que la Inteligencia Emocional es una aptitud superior,
una capacidad que afecta profundamente a todas
las otras habilidades, facilitándolas o interfiriéndolas.
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